sábado, 27 de marzo de 2010

Estatua de Lennon, en Coruña, víctima del bandalismo


El día que Enrique Urquijo llegaría al medio siglo de vida lo han celebrado los vándalos con la rotura del mástil de la guitarra con la que mira al Cantón el busto de John Lennon.

Es una Epiphone Casino, pero carece ya de palo en el que sujetar las cuerdas de bronce; de nada han servido los cuidados que vecinos y casi devotos le prestaron durante estos cinco años de estancia en los jardines de Méndez Núñez, a la efigie de la voz de The Beatles. Llegó el día en el que se quebró -o, más bien, quebraron- el mástil de la guitarra que acompañaba al cantante cuando posó para la fotografía que el escultor José Luis Ribas tomó como referencia para hacer la estatua que pide paz e imaginación a los que pasean por la ciudad.

Fue el 7 de mayo de 2005 cuando el entonces alcalde, Francisco Vázquez, presentó la imagen de una de las estrellas del siglo XX ante la mirada acalorada de decenas de coruñeses que cantaron Imagine o, cuando menos lo intentaron, para celebrar la llegada del nuevo monumento de la ciudad.

Hasta la Coruña acudió la hermanastra de Lennon, Julia Baird, ese día en el que tres fanáticos del Beatle vieron como su sueño se convertía en realidad y como, su deseo de honrar al que hizo de la música también un arma de protesta contra las injusticias, las guerras y los horrores que éstas producen, tenía un lugar destacado en su ciudad.

Uno de los promotores de la idea fue el ginecólogo José María Ríos que, el día de la inauguración del monumento, aseguró que llamaba Juanito a Lennon. Tal había sido su obsesión por ponerle en un paseo de la ciudad que le había castellanizado el nombre y le trataba ya "como un conocido". No faltan flores a los pies del de Liverpool cada vez que se cumplen años del disparo mortal que arrebató al mundo miles de canciones todavía por componer, de melodías que habrían sonado como himnos para caminar hacia un futuro mejor.

Cinco años después de su inauguración; a John no le faltan las gafas, como en otras ciudades, el autor tuvo la precaución de soldárselas al cuerpo; le falta el mástil de su guitarra. No puede hacer sonar ya sus acordes, pero sus melodías no se han olvidado. www.laopinioncoruna.es

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