“En diez minutos vamos a arreglar esta situación, así que quédense
tranquilos, muchachos”, les dijo Alberto de Luque (entonces de 23 años) a
unos jovencísimos John Lennon (21) y Paul McCartney (19), en el
corredor del sello Polydor, en el otoño de Hamburgo (Alemania), en
octubre de 1961.
Ese día, el paraguayo Vitalino Rodríguez Báez estaba preparando su
tercer longplay para uno de los sellos discográficos más importantes del
momento. Tras casi dos horas de ensayo al piano con un famoso
arreglista, Vitalino sale al baño y es abordado por Tony Sheridan: “Mi
amigo, por favor, ayúdame”, le dijo. “Tengo un gran problema, los
muchachos quieren irse de nuevo a Liverpool y yo no puedo, tengo mujer e
hijos acá”.
“Qué querés”, preguntó el cantante guaireño. En aquella época, su amigo
tenía un grupo llamado “Tony Sheridan and the Beatles”, que “actuaba en
un bar de mala muerte en el barrio St. Pauli” y contaban con “tres
sencillos y no vendían nada”, por lo que Polydor no les prestaba
atención.
“Queremos romper el contrato”, respondió Sheridan. Alberto de Luque era
cercano al director artístico de Polydor, Bobby Smith, que además era
coautor de varias grabaciones del músico paraguayo. Así que intercedió,
habló con Smith, y éste enseguida pidió el contrato a su secretaria.
Mientras esperaban, Tony le presentó a Alberto con John y Paul. Lennon
era “flaco, alto, casi tan alto como yo, con un anteojo blanco, la cara
amarillenta” y McCartney “se reía, me besaba la mano, 'thank you' y más
'thank you'”.
Bobby apareció con el contrato en la mano, rompió en cuatro pedazos y
les entregó. “Los muchachos me dieron las gracias, no sabían qué hacer,
el que era más amoroso era Paul McCartney; John Lennon, mucho más frío”,
recordó. “Entonces me agradecieron tanto, y se fueron. Ellos se fueron a
Liverpool, y seis meses después cae la bomba: 'Yeah, yeah, yeah...'”,
por “She loves you”.
Alberto de Luque hará una nota e intentará saludar a McCartney en el hotel. www.lanacion.com.py
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