Un festival como el que reúne en Coachella, California, a seis de las mayores leyendas del rock de los sesenta, aspira a crear momentos irrepetibles que duren años. El primer día del festival Desert Trip, The Rolling Stones regalaron uno de esos momentos al tocar Come Together, de The Beatles. En la grada, Paul McCartney lo celebró como un fan más. “Ayer los Stones tocaron una canción nuestra”, dijo McCartney el sábado, durante su turno en el escenario. “Vamos a tocar una de ellos. Es el primer éxito que tuvieron en Inglaterra. Lo escribimos John y yo”. Entonces tocó I Wanna Be Your Man. La historia de esa canción es tal cual como la contó McCartney.
Pero el gran momento de la segunda noche de este festival no fue ese, sino ver juntos en el escenario a los dos artistas de la noche, Neil Young y Paul McCartney, tocando dos canciones de John Lennon. Empezaron con A Day In The Life, el monumental cierre del disco Sgt. Pepper’s, y acabaron con Give Peace A Chance con el enorme recinto de Coachella cantando a coro. Lennon triunfó en este homenaje a los sesenta tanto como su compañero. Después, tomaron una canción menor del catálogo beatle como Why don't we do it in the road, que sonó como un cañón.
Young había hecho el número de apertura de este concierto, en el que la generación de los sesenta en EE UU se está dando una especie de fiestón de despedida. El espectáculo de Young empezó media hora antes que el de Bob Dylan el día anterior. De esa forma, consiguió un magnífico efecto con el atardecer rojo del desierto de Coachella. Las primeras frases de After The Goldrush sonaron por sorpresa, con Young sentado al piano y el sol cayendo sobre las palmeras. Después, Heart Of Gold, igual de sencilla y emocionante. Young es uno de los pocos artistas de los sesenta que conserva una voz característica, inmediatamente reconocible, y puede con sus propias canciones como el primer día. El sábado en el desierto, esa voz nasal y afilada sonó estremecedora.
El público de baby boomers norteamericanos que han venido a revivir por última vez en directo la música de su juventud fue transportado instantáneamente por Young a los años sesenta. El atardecer, las palmeras, la luna del desierto, la armónica y una camiseta que decía “el agua es la vida” crearon un momento mágico en Harvest Moon. Neil Young arrasó. Hizo olvidar que Dylan y los Stones habían estado en ese escenario el día anterior.
Young terminó con dos demoledoras interpretaciones de Down By The River y Rockin’ In The Free World. En la grada sur, a la derecha del escenario, un abuelo en silla de ruedas animaba con el puño en alto sobre su cabeza. Señoras con evidente dificultad para levantarse hacían un esfuerzo para seguir con el rock en el mundo libre mientras la guitarra de Young atronaba. Esta no es la última vez solo para los artistas, también lo es para los fans que crecieron con ellos. Fue un show de dos horas magnífico.
Paul McCartney cambió el escenario de arriba abajo para adaptarlo al complejo montaje con el que ha salido de gira este año. McCartney calienta su espectáculo con música de The Beatles. En un momento dado, sonó el riff de Revolution, se oyó un suspiro colectivo y todo el recinto se levantó de su asiento. Solo era el disco. No había salido sir Paul a tocar y la música de The Beatles ya estaba obrando su magia.
Hace un par de décadas que McCartney abrazó su papel como superviviente del mejor grupo de la historia. McCartney es, como decía él mismo en una entrevista con EL PAÍS, “lo más parecido a los Beatles que la gente puede ver”. El poder de esa música y de esa leyenda sigue arrastrando masas por todo el mundo 47 años después de su último disco y con dos miembros del grupo muertos. El sábado, en el contexto de un homenaje a los sesenta, él era The Beatles. Le bastaron las tres primeras canciones de su actual espectáculo (A hard day’s night, Jet y Can’t Buy Me Love) para poner al público a sus pies. Nadie tiene un catálogo igual.
Mientras meta suficientes canciones de los Beatles en su espectáculo, McCartney puede tocar lo que quiera. Muchas canciones empiezan a estar fuera de su capacidad vocal a los 74 años. Pero nadie puede irse decepcionado de un espectáculo donde puedes ver al beatle tocando Let It Be, Hey Jude, Helter Skelter o la suite final del disco Abbey Road. Asientos vacíos en la grada el día anterior, incluso del artista anterior, se llenaron solo para verle a él.
Al festival Desert Trip le queda un tercer día. La despedida correrá a cargo de Roger Waters y The Who, otros dos artistas que retienen, pasados los 70 años, un enorme poder en directo. “Vuelvan mañana”, dijo Neil Young al público antes de despedirse. “Roger va a construir el muro (The Wall) y vamos a hacer grande a México otra vez”. cultura.elpais.com
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